Kairaouan - Djerba - El Jem

Después de mi primer viaje a Túnez, sabía que debía volver. En cuanto llegué a casa me puse a buscar vuelos para el mes siguiente y en las vacaciones de semana santa me planté allí con la intención de hacer turismo. Mi amigo tunecino pensó que el mejor sitio al que podíamos ir era Djerba. Lugar donde muchos tunecinos que pueden permitirselo pasan las vacaciones de verano. Así que tal como me bajé del avión, me subí en un coche y emprendimos la aventura.


La isla de Djerba se encuentra en el mar Mediterraneo, al sudeste de Túnez. Se puede llegar a ella en coche con un ferry y por una carretera que va sobre el mar. La isla se encuentra a unos 500 km de la capital tunecina. En Túnez las carreteras son bastante aceptables, hay bastante tramo de autopista hasta Sfax y luego ya carretera convencional. El único problema que yo encontré fue que había bastantes controles policiales que nos costaron alguna que otra multa y perder un poco de tiempo.

En aquel viaje, tenía la suerte de  que mi amigo conducía, por lo que el viaje fue bastante sencillo. De todas formas las carreteras están bastante bien señalizadas. Salimos de la capital tunecina y llegamos hasta Kairaouan, para visitar la famosa mezquita. Lugar de peregrinación para las y los musulmanes. Hay que tener en cuenta que tiene un horario de visita y se paga entrada y que los viernes es posible que sólo permita la entrada a los musulmanes. En aquel pueblo también se pueden visitar unas famosas aljibes y comer en alguno de los restaurantes que rodean la mezquita.

Seguimos nuestro camino hacia la isla, atravesando el mar en un ferry que nos costó bastante barato. La isla de Djerba es bastante paradisíaca, con playas de dunas de arena blanca y agua turquesa. Hay mucha oferta turística, multitud de hoteles, discotecas, centros de ocio. El pueblo, también tiene su encanto con su tradicional zoco. Se puede visitar la famosa sinagoga, pero tened en cuenta que los sábados está cerrada al público no judío. También son recomendables el Fuerte y el museo Ghelala.

A la vuelta hacia la capital, cruzamos por una carretera que esta construida en el mar, bastante interesante. Os recomiendo ese recorrido. De camino es inevitable deterse a visitar el gran coliseo de El Jem. Personalmente este anfiteatro romano me impresionó muchísimo más que el de Roma. Supongo que en esta sensación influyen muchas cosas, como el hecho de que la entrada es mucho más barata y accesible. Que es enorme y está muy bien conservado, que puedes pasearte por él, bajar a la arena, a los túneles y hacerte fotos sin que te salgan vallas y cientos de turistas alrededor. Justo en frente puedes sentarte en cualquiera de los restaurantes con terraza a comer, con las vistas a la historia sin el tráfico loco de coches y personas que puedes encontrar en Roma. La verdad es que es uno de los lugares que marcaría como imprescindibles en este país lleno de historia.

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